lunes, 5 de octubre de 2015

Mis fotos de otoño




Hace unos días me encontré en la sierra con este rebaño de ovejas. Medio extasiada por la emoción de una visión real y al mismo tiempo tan ancestral, me conmovió profundamente.



Una foto más de esta sierra cordobesa donde miles de plantas 
nacen y crecen en tierra de nadie: libres y de belleza, 
para mí, infinita que las transporto a un mundo 
de colores, limpio de todo tipo de contaminación.


  Amanecer hoy en Córdoba. Desde mi terraza hacía fotografías y 
me maravillaba de la visión del cielo en mil colores 
que mi cámara tonta no ha sido capaz de  reproducir, 
pero, con esta foto, algo podéis imaginar., 
No dejemos de mirar al cielo   todos los días,
porque  allí encontraremos la dimensión de nuestra nada 


Otra ramita de esta maravillosa sierra donde uno se siente, 
abrazado por la madre naturaleza, nada infinita.


¡Que bella mi sierra cordobesa que se viste de colores 
porque se resiste a quedarse triste y oscura!


¡Qué belleza de cielo y tierra! 
Nubes negras a punto de descargar una intensa lluvia
a la que se resiste el sol, 
mientras yo espero expectante la salida del arco iris.


No,, no es copia: es creatividad y fotografía

Mi terraza, al igual que yo, se reviste de color 
en este otoño tan cargado de tragedias


Estas aparentes simplezas de la naturaleza, me apasionan.
Parece que  esperan  un soplo de viento para salir volando


Mi solitario y maravilloso paraíso de felicidad

                     
 Mi mágico sueño, una tierra "tecnicolor" donde todos 
pudiéramos   vivir en paz y libertad.




Y en esta maravillosa maraña de nubes, sierras, antenas... una humilde casita en la que me siento tan feliz que apenas deseo regresar a la ciudad. 
Allí todo es paz, silencio, armonía, belleza...


Cuando veo estos espectáculos del cielo, no sé si pensar en la vida o en la muerte,
pero sí sé que me eclipso en un sueño mágico.




Cielos de Córdoba, ayer por la tarde. 
Lo más parecido a un ingenuo y maravilloso dibujo infantil,
horizontes del nostálgico  y cálido otoño.


¡Qué imagen más otoñal y entrañable la del castañero en las esquinas!
El calorcito de los hornillos, el chisporroteo del carbón,
 el olor y el sabor de las castañas, un sueño de cuento infantiles
que se hace realidad cada otoño en  calles de Córdoba y pueblos


También mi preciosa mezquita se viste de otoño 
y se engalana con filigranas de nubes blancas, grises...
que le dan esta imagen que me fascina


Y mi Avenida se hace noche en pleno día, y a mi me encanta
asomarme a mi terraza y ver como el sol, por unas horas, pierde su batalla de luz y calor.


                                                ¡No sé por qué andamos siempre tras grandes cosas!
                                        Un puñado de piñas en la sierra, su olor, su tacto... nos hace,
                                                        al menos a mí, sentirme niña feliz


                                      Y esta bellísima vegetación  del corazón de sierra morena
                                               allí, solitaria, desconocida... posa ante mi vista
                                                          que no se cansa de mirarla


Bosques multicolor que reverberan historias y cuentos infantiles.
¡Que emoción y qué belleza!


¡Cómo me gustan estas  tonalidades de nubes  en los cielos de mi Avenida
 que se resiste a oscurecer!
Desde mi terraza la miro, las fotografío y le  digo:
¡No seas tontas, si el sol volverá mañana; la nubes van de paso!



El otoño son peroles, y niños felices alrededor esperando  impacientes 
meter la cuchara.
Y los mayores en barbacoas asan sardinas que esparcen un sustancioso olor.
¡Cuántas pequeñas cosas que son pura felicidad!



¡Como les gusta a los niños  observar este rescoldo de la chimenea! 
También a mí, porque es el olor, el calor y la magia de una llamita.



     Mi mágico rincón de sueños que son recuerdos, 
          ilusiones. momentos compartidos con lo mejor que tengo: 
 mi familia



                                            Mirar y ver la belleza de una naturaleza tan generosa 
                                        como la de nuestra sierra es elmejor placer que puedo sentir,


                          Este bosque me parece un cuento en el que yo, como caperucita, camino,
                 pero segura de que no encontraré lobo alguno, sino  ecos de otras voces que viven 
                                                  y escucho en el silencio de los momentos.



                           Allí bajo el pozo, búscame -me decía aquel hombre que tanto amé-
                                                          porque allí, seguro que estaré.
                                   Y lo busco y lo encuentro, porque el amor no muere y porque él 
                                                                era hombre de palabra.



También en mi terraza el otoño se hace visible en la luz
de los crepúsculos y amaneceres.
 ¡Qué belleza!




Restos de florecillas de jaras que se resisten a perderse la llegada del otoño, 
manifiesta en estas  bellas tonalidades de hojas y ramas-


Cuando mi coche entra en la carretera paralela al bosque, siento una inmensa bocanada de felicidad:   pinos, chumbares, matorrales, madroñeras, pájaros  silencios y  un cielo que se torna oscuro a la sombra de árboles gigantes.


Una simple chimenea que exhala en el silencio de aquella sierra, 
el cálido olor a leños quemados, caricia que me llega con olor a piñas, romero romero...


Ventana humilde en casita humilde, pero, 
¡qué grandeza la de este pino que la  roza suavemente con sus sombras!
¡Y como se han tornado multicolor las lilas! 
No me canso de mirar, mientras la tarde va apagando colores y encendiendo 
el tapiz de un cielo que en la oscuridad de la sierra, deja ver sus estrellas.


Ya estamos en el otoño y los colores de la naturaleza me extasían.
La sierra se torna oscura, los arboles en una filigrana de tonos verdes,  amarillentos  y hasta rojos como en el paisaje de esta preciosa visión, inserta en el bosque. 


Al lado de mi cabaña -cantaba mi padre- tengo una huerta y un madroñal...
¡Qué dicha la de tener un madroñal como el que tengo detrás de mí, cuajado de madroños!



Y muy pronto la llama de esta humilde chimenea exhalara el inigualable olor a leños quemados. 
¡Un año más quiero vivir para prender la leña y al recodo de su llama recordar, soñar y concluir que no son necesarias grandes cosas, porque, 
con mi chimena, mi casita y mi madroñal, ¿para qué quiero más?